Hace más de 100.000 años, los sapiens aprendían habilidades de supervivencia esenciales. El conocimiento se transmitía de generación en generación a través de la observación y la imitación. Aprendían a cazar, recolectar alimentos, hacer fuego, construir refugios y crear herramientas rudimentarias. Era un aprendizaje práctico y experiencial, vital para su supervivencia.
Hace unos 150 años, ya en el siglo XIX, los obreros y campesinos aprendían oficios específicos. Aprendían a cultivar la tierra, a trabajar en fábricas, a construir edificios y a producir, en su mayoría, bienes de autoconsumo. Un aprendizaje fuertemente ligado a las necesidades económicas de la época y de la sociedad industrial.
Mis abuelos crecieron en una época de cambio rápido -no solo ahora se aceleran los cambios…-. Aprendieron a adaptarse a la industrialización, al éxodo masivo del campo a la ciudad. Aprendieron a leer y a escribir, a calcular, a entender el mundo a través de algunas materias que podían estudiar en el colegio, con su maestro, la mayoría de veces sin libros de texto. Este aprendizaje formal dio a algunos la formación básica para trabajar en algunas empresas o crear sus propios negocios.
Hoy en día, en nuestra sociedad digital y del conocimiento, el aprendizaje está cambiando una vez más.
La educación básica hasta los 16 años necesita una revisión de contenidos y una racionalización de los currículos. Los estudiantes deben aprender a navegar en un mundo cada vez más digital, a utilizar las tecnologías de la información, y a adaptarse a un mundo en constante cambio.
Hoy en día, en nuestra sociedad digital y del conocimiento, debemos repensar y racionalizar lo que aprendemos y cómo aprendemos.
26 de enero 2024
Foto de Pixabay: https://www.pexels.com/es-es/foto/persona-detras-de-los-libros-261909/